domingo, 12 de enero de 2025

EXPANSIONISMO






Si hay una piedra en el camino, no solo tropezarás con ella, sino que estará ahí otra vez la próxima vez que pases, aunque cambies de dirección.


Expansionismo: la sombra que nunca se va


Estar jubilado es tener tiempo. Tiempo para detenerse. Para leer más allá del titular. Para pensar en lo que antes pasaba fugaz, entre el ruido del día a día. Antes, leía la prensa como quien se lava la cara por la mañana: una rutina. Ahora leo con más calma. Y lo que veo no es alentador. El mundo se muestra más complejo, más turbio, a veces más preocupante.

Entre los noticias y las emisiones de Euronews, hay una palabra que no deja de repetirse. Aparece como un eco disfrazado de actualidad, pero su raíz es vieja. Muy vieja.


¿Qué es el expansionismo?


Es una ideología —o una pulsión histórica— que busca extender el poder de unos sobre otros. Puede ser territorial, económico, cultural o político. Siempre aparece con promesas de grandeza: más territorio, más riqueza, más prestigio. Pero casi siempre deja lo mismo: conflicto, desigualdad, devastación.


No es un fenómeno nuevo. Solo cambia de forma.

  • El Imperio Romano.

  • El colonialismo europeo.

  • La anexión de Crimea en 2014.

  • La guerra en Ucrania, 2022.

  • Las rutas comerciales y de infraestructura que China teje por medio mundo.

  • La sombra larga de EE.UU. en América Latina.

  • El Tíbet ocupado.

  • O incluso Trump y su ocurrencia de comprar Groenlandia.

    Todo apunta a lo mismo: la voluntad de poseer lo que está más allá.

Tipos de expansionismo


Territorial

La forma más directa: apropiarse de tierras mediante guerra, anexión o presión. Desde los antiguos imperios hasta las fronteras forzadas por conflictos modernos.

Económico

No se necesitan ejércitos. Solo mercados, tratados, deuda y dependencia. La riqueza fluye… pero no siempre en ambas direcciones. El dominio llega disfrazado de inversión.

Cultural

Más sutil. Impone costumbres, idiomas, valores. Lo global se come lo local. La diversidad se homogeneiza. Las culturas minoritarias desaparecen sin que nadie dispare una sola bala.

Político

Poder blando, influencia encubierta, golpes de Estado. Protectorados sin bandera. Alianzas que no son iguales. La soberanía se erosiona desde dentro.

La historia no se repite… tropieza

Dicen que la historia es cíclica. Yo creo que simplemente no aprendemos. Tropezamos con las mismas piedras. Las mismas promesas. Las mismas consecuencias.

Hoy, en pleno siglo XXI, el expansionismo debería parecernos una idea anacrónica. Pero sigue vivo en los discursos populistas, en los líderes nostálgicos que prometen “hacer grande otra vez” a sus naciones. Apela a emociones básicas: miedo, orgullo, pertenencia. Y ahí se instala.

¿Por qué debería importarnos?

Porque el expansionismo genera guerra, sufrimiento, desplazamientos. Porque impone lenguas y culturas. Porque agota recursos que no son suyos. Porque vende ilusión de poder, y deja ruinas.

Y lo más grave: porque nos hemos acostumbrado a mirarlo desde lejos. Como si no fuera con nosotros. Como si los mapas no cambiaran. Como si el tiempo fuera infinito y ya habrá otro momento para reaccionar.

Un mundo de etiquetas… y poca profundidad

Vivimos entre etiquetas.

Derecha. Izquierda. Progreso. Tradición. Capitalismo. Antisistema.

Como si bastara con nombrar algo para entenderlo. Como si el mundo pudiera dividirse entre buenos y malos, héroes y villanos. Nos quedamos en la superficie. No vemos el fondo. No conectamos los puntos. Y por eso no vemos venir lo que ya está aquí.

¿Y si empezamos a mirar diferente?

Jubilarse no es retirarse del mundo. Es tener tiempo para observarlo con otros ojos. Leer con calma. Pensar con pausa. Y darse cuenta de cosas que antes solo eran un parpadeo.

El expansionismo, con todas sus caras, es una de esas cosas. No es historia antigua. Es presente disfrazado. Y si no lo entendemos, lo repetiremos.

La pregunta es: ¿tenemos tiempo, como sociedad, para ver lo que ya está ocurriendo?

O seguiremos tropezando. Una y otra vez. Con las mismas piedras.


viernes, 10 de enero de 2025

EMIGRACION QUE LLEGA

 






La emigración descontrolada pone a prueba la capacidad de las sociedades para equilibrar humanidad y sostenibilidad frente a un cambio inevitable.



He leído esta mañana un artículo que me ha enviado un amigo. Como muchos, estamos preocupados por la transformación del mundo ante las migraciones que se están produciendo desde otras latitudes hacia Europa. Coloco el enlace abajo.

Arturo Pérez-Reverte dibuja una escena simple: el fin de Roma y lo que vivimos ahora es la misma historia, que se repite. Habla de godos que llegan como refugiados, buscando algo mejor, y de un imperio que ya no tiene fuerza para resistir. Roma cayó por corrupción, desigualdad y su incapacidad para integrar a los recién llegados. Europa va por el mismo camino.

El paralelismo es claro. Los migrantes, empujados por el hambre y las guerras, llegan a una Europa cómoda pero frágil. Hay compasión por ellos, sí, pero también miedo. Y ese miedo choca con la realidad: no hay recursos para todos. No hay un plan, no hay líderes capaces, no hay preparación. Solo queda un "buenismo hipócrita", una mezcla de culpa y orgullo mal entendido.

La historia, dice Reverte, no es nueva. Lo que pasó en Roma pasa hoy. Imperios que caen, civilizaciones que cambian. No hay soluciones fáciles. Y tampoco hay tiempo para buscarlas. Europa, ese continente de Homero, Dante y Newton, está gastada. No puede defenderse, no quiere defenderse. Quizás ni deba hacerlo.

Su tono es duro, cargado de resignación. Reconoce que hemos avanzado en ética y derechos, pero esos mismos logros nos atan. Ya no se puede usar la violencia de antes para enfrentar problemas de hoy. Pero sin esa "herramienta histórica", Europa se desmorona. Los políticos son mediocres, las élites intelectuales han desaparecido, y las escuelas no enseñan lo que importa. Nadie entiende que esto ya ha pasado antes.

Reverte no propone soluciones mágicas. Dice que hay que aceptar lo inevitable. Preparar a los jóvenes para el caos que viene. Darles herramientas para sobrevivir, para luchar o resignarse, pero con dignidad. Que piensen como griegos, que peleen como troyanos, que sean romanos conscientes del fin.

Al final, es un recordatorio crudo: el mundo cambia, y Europa está muriendo. Quizás algo mejor venga después, pero ni nosotros ni él estaremos para verlo. Solo queda asumirlo, con lucidez, y preparar a los que vienen.


lunes, 6 de enero de 2025

NEUROTECNOLOGIAS. REVOLUCION Y DILEMAS ETÍCOS


La máquina perfecta que aún estamos descifrando

Hoy, mientras leía la prensa, me encontré con una entrevista a Rafael Yuste. No conocía su trabajo ni el concepto de neuroderechos. Sus palabras me obligaron a detenerme. No hablaba de ciencia ficción, sino de un futuro que ya está aquí. 

España ha lanzado el Centro Nacional de Neurotecnología (Spain Neurotech) en la Universidad Autónoma de Madrid. Una inversión de 200 millones de euros para unir neurobiología, ingeniería e inteligencia artificial. Su apuesta más fuerte: combinar ciencia, ética, derecho y empresa en un mismo espacio.

La neurotecnología avanza rápido. No solo busca curar enfermedades, sino también potenciar habilidades, descifrar pensamientos y, tal vez, modificar el comportamiento.Interfaces cerebro-computadora, estimulación cerebral profunda, implantes neuronales… Lo que hace poco era material de novelas, hoy se prueba en laboratorios de todo el mundo, también en España.

Investigando un poco más, esto es lo que descubrí que Yuste advierte que estamos abriendo la puerta a lo más íntimo que tenemos: la mente. Y ese acceso trae riesgos. Dice que mas o menos que si tu historial de navegación vale oro, imagina lo que vale el acceso directo a tus pensamientos, emociones e intenciones.

Por eso Yuste impulsa los neuroderechos: principios éticos y legales para proteger la privacidad mental, garantizar un acceso equitativo y defender el libre albedrío. Chile ya los ha incorporado en su Constitución, y España comienza a dar los primeros pasos. No es un temor infundado. Sin regulación, gobiernos o empresas podrían manipular decisiones y comportamientos. La distopía dejaría de ser ficción. Propone crear un organismo internacional, similar al OIEA en materia nuclear, para regular la neurotecnología. Lo que está en juego no es solo el cuerpo, sino también la mente.

Entre los avances actuales destacan los neuroestimuladores que alivian síntomas de Parkinson y epilepsia.

  • Interfaces que permiten a personas paralizadas mover prótesis con el pensamiento.

  • Un casco australiano capaz de leer pensamientos no verbalizados.

  • Estudios para mejorar la memoria en pacientes con Alzheimer.

Estas tecnologías pueden devolver movilidad, voz y autonomía. Su lado más humano está en lo que devuelven a quienes habían perdido tanto.

Quizá en poco tiempo llevar un sensor cerebral sea tan normal como usar un smartwatch. La educación, el trabajo y la comunicación podrían transformarse por completo. Pero el poder tecnológico necesita límites.




Pensar antes de ceder


La neurotecnología no es el enemigo. Es una herramienta. Puede sanar, mejorar y liberar. Pero también puede controlar, vigilar o distorsionar.


Necesitamos regulación, reflexión y una conversación abierta. Antes de conectar nuestras mentes a las máquinas, deberíamos asegurarnos de estar conectados entre nosotros con principios claros y humanos.

Fuente: El País – Entrevista a Rafael Yuste (2025)

lunes, 30 de diciembre de 2024

AÑO NUEVO Y 1 DE ENERO

Simbolismo de los calendarios juliano y gregoriano

Lo que puede salir mal, saldrá mal... y en el peor momento.

Ley de Murphy



¿Esta mañana leí una noticia que me hizo detenerme. El 1 de enero no siempre fue Año Nuevo. Lo sabía de antes, pero esta vez quise entenderlo mejor.

Durante siglos, el año empezaba en fechas distintas, según el lugar o la tradición. El 25 de marzo fue muy común. En otros sitios era diciembre, o la Pascua. El calendario era tan diverso como las culturas que lo usaban. No fue hasta el siglo XVI cuando las cosas empezaron a unificarse. Celebrar el Año Nuevo el 1 de enero es el resultado de una larga historia de ajustes, imposiciones y cambios.

El gran cambio llegó en 1582, cuando el papa Gregorio XIII reformó el calendario. El viejo calendario juliano, que venía de tiempos de Julio César, se había ido desajustando poco a poco. Cada año se acumulaba un pequeño error y, con el tiempo, los días dejaban de coincidir con las estaciones y las festividades religiosas. La solución fue drástica: en octubre de 1582 desaparecieron diez días. El 4 de octubre fue seguido directamente por el 15. Así, el calendario volvió a alinearse con el ciclo solar. Pero no solo se corrigieron los días. También se redefinió el inicio del año.

Hasta entonces, en muchas partes de Europa el año empezaba el 25 de marzo, el día de la Anunciación. No había un criterio único: cada región decidía.


Algunos ejemplos:

  • En París, el año comenzaba en Pascua.

  • En Soissons, el 25 de diciembre.

  • En Meaux, el 22 de julio (día de Santa María Magdalena).

  • En Castilla, el 25 de marzo.


Todo dependía de quién tenía el poder en ese momento.


El 1 de enero ya existía como fecha simbólica en la Antigua Roma: era cuando los cónsules asumían el cargo. Con el tiempo, esa costumbre se fue perdiendo frente al calendario litúrgico. Cuando se buscó una fecha fija y práctica, el 1 de enero volvió a ganar terreno. No dependía de ciclos lunares como la Pascua ni del equinoccio como marzo. Francia lo adoptó en 1564, antes incluso de la reforma de Gregorio XIII. España lo hizo en 1582. Otros países tardaron más. Las iglesias ortodoxas, por ejemplo, siguieron usando el calendario juliano durante siglos.

Cambiar el calendario no fue solo una cuestión de días. Fue un cambio cultural y político. El tiempo dejó de estar organizado por la Iglesia para estar al servicio del Estado y la economía. Como dice el historiador Jacques Le Goff, el tiempo se volvió “el del poder y el dinero”. El calendario gregoriano no giraba ya en torno a lo sagrado, sino que servía para gestionar, unificar y controlar.

Hoy celebramos el Año Nuevo el 1 de enero como si siempre hubiera sido así. Pero no es algo natural: es el resultado de decisiones históricas. El tiempo —y la forma en que lo medimos— es una construcción humana. Un intento de ordenar el caos. Y, muchas veces, una herramienta de poder.

El Año Nuevo se celebró durante siglos el 25 de marzo (El País)

sábado, 21 de diciembre de 2024

GESTION DEL CONOCIMIENTO

 



"La inteligencia del futuro radica en nuestra capacidad de anticipar el cambio y adaptarnos antes de que sea necesario."



Hace doce años, este trabajo que realicé fue una apuesta al futuro. Hoy, en 2024, lo recupero porque su vigencia no solo se ha mantenido: parece más actual que nunca. En su momento, pudo parecer una mirada visionaria, incluso adelantada a su tiempo. Pero ni entonces ni ahora ha perdido sentido. Los conceptos que exploré siguen siendo tan reales como necesarios.

Vivimos en un mundo cada vez más interconectado, donde los datos fluyen a velocidad vertiginosa, y las decisiones estratégicas no pueden permitirse errores de cálculo. En este contexto, ciertas disciplinas se han convertido en pilares fundamentales: la gestión del conocimiento, la gobernanza de riesgos y el análisis de inteligencia.

Estas tres no son simples herramientas técnicas. Son, hoy más que nunca, una brújula en entornos volátiles, el mapaque ayuda a sortear incertidumbres, y la clave para transformar amenazas en oportunidades.


Tres disciplinas, una visión estratégica


Este resumen busca explorar la interrelación entre estas tres disciplinas. Juntas permiten no solo gestionar información de forma eficiente, sino también anticipar desafíos y responder de manera proactiva a un entorno en permanente transformación. En la era actual, donde cada decisión cuenta, comprender estos conceptos ya no es una opción: es una necesidad.


Gestión del conocimiento: estructurar para decidir


El conocimiento, para ser útil, debe estar estructurado, accesible y orientado a la acción. Para ello, se organiza en tres espacios:

  • Estructurales: de tipo jerárquico, con niveles de autoridad y responsabilidad.

  • Funcionales: orientados a resolver problemas específicos.

  • Topológicos: centrados en las conexiones entre fragmentos de información dispersa.


En paralelo, la llamada “exomemoria” —Internet, redes y entornos digitales— ha ampliado la disponibilidad de información, pero también ha generado un desafío crítico: filtrar y evaluar la fiabilidad de esa información antes de integrarla en los sistemas de conocimiento organizacional.


Gobernanza de riesgos: prevenir antes que lamentar


La gobernanza de riesgos consiste en identificar, evaluar y mitigar riesgos antes de que se materialicen. Implica un enfoque proactivo, con visión estratégica: no solo reaccionar, sino anticiparse.


Una buena gobernanza incluye:

  • Diagnóstico de amenazas.

  • Planificación de recursos.

  • Evaluación de impactos.

  • Toma de decisiones en tiempo real.


En este marco, la inteligencia proactiva se vuelve indispensable: no basta con responder a las crisis, hay que trabajar para que no ocurran.


Análisis de inteligencia: datos que se convierten en visión


El análisis de inteligencia es el proceso que permite transformar datos en conocimiento útil para la toma de decisiones. Abarca varias etapas:

  • Recolección de datos.

  • Evaluación de fuentes.

  • Síntesis de información.

  • Identificación de patrones, riesgos y oportunidades.


La diferencia esencial entre una inteligencia reactiva y una inteligencia proactiva es el momento de intervención. Mientras una responde a hechos consumados, la otra actúa antes de que el problema exista.


El impacto de las tecnologías emergentes


Hoy, herramientas como la inteligencia artificial o el análisis de big data están revolucionando la forma en que gestionamos el conocimiento y los riesgos. Estas tecnologías permiten:

  • Procesar grandes volúmenes de información en segundos.

  • Detectar correlaciones invisibles a simple vista.

  • Agilizar la toma de decisiones.


Pero también plantean nuevos desafíos: protección de datos, ética en el uso de la información, y la necesidad de una gobernanza adecuada para evitar abusos o errores sistémicos.


Tres pilares para un tiempo incierto


La gestión del conocimiento, la gobernanza de riesgos y el análisis de inteligencia son hoy tres disciplinas interconectadas que forman la columna vertebral de la toma de decisiones estratégicas. Nos ayudan a anticiparnos a las amenazas, a gestionar mejor los recursos y a aprovechar oportunidades en un entorno global, cambiante y cada vez más exigente.

Doce años después, este trabajo no ha perdido actualidad. Al contrario: lo que fue una apuesta de futuro se ha convertido en una necesidad del presente.




ESTOICISMO, CAOS Y SIMULACIÓN: EL ARTE DE ELEGIR

Estoicismo, Caos y Simulación Este artículo resume un ensayo en el que analizo tres enfoques diferentes —Estoicismo, Teoría del Caos e ...