Aunque no lo veamos ni lo notemos, el metano (CH₄) está en muchas partes y tiene un impacto enorme en el clima. Es un gas invisible, sin olor, pero muy potente: puede calentar la Tierra mucho más que el dióxido de carbono (CO₂). Aquí resumo qué es, de dónde viene y por qué deberíamos prestarle más atención.
El metano es el hidrocarburo más simple: una molécula formada por un átomo de carbono y cuatro de hidrógeno. A temperatura ambiente es un gas sin color ni olor, y no se disuelve fácilmente en agua. Arde con facilidad, por lo que se usa como combustible en hogares, industrias y centrales eléctricas. De hecho, es uno de los principales componentes del gas natural.
El metano se produce de forma natural cuando la materia orgánica se descompone sin oxígeno. Esto ocurre en lugares como:
Humedales y pantanos
Fondos marinos
El sistema digestivo de animales rumiantes (como las vacas)
Microorganismos que transforman dióxido de carbono en metano
También hay fuentes menos conocidas: incendios forestales, termitas e incluso volcanes pueden emitir metano.
Las actividades humanas generan más metano que nunca. Las principales causas son:
La industria de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón)
La ganadería intensiva (especialmente las vacas)
El cultivo de arroz
La gestión de basura y aguas residuales
Hoy, el 60% del metano en la atmósfera proviene de actividades humanas.
Aunque hay mucho menos metano que CO₂ en la atmósfera, atrapa el calor de forma mucho más eficiente. En sus primeros 20 años tras ser liberado, calienta la Tierra 86 veces más que el CO₂. Eso sí, desaparece más rápido: en unos 9 años, mientras que el CO₂ puede permanecer más de 200 años. Reducir las emisiones de metano podría tener efectos rápidos y visibles en el clima. Se estima que este gas es responsable de alrededor del 30% del calentamiento global actual.
El exceso de metano en la atmósfera acelera el calentamiento global y provoca:
Cambios en los patrones del clima
Fenómenos extremos como tormentas fuertes o sequías prolongadas
Alteración de ecosistemas frágiles como los polos o los humedales
Formación de ozono en la superficie, que afecta la salud humana y la vegetación
Reducir las emisiones de metano es una de las formas más rápidas de frenar el cambio climático. Mejorar la ganadería, gestionar bien los residuos y reducir el uso de combustibles fósiles son pasos importantes para lograrlo. El metano es un gas pequeño pero poderoso. Saber de dónde viene y cómo reducirlo es clave para cuidar el planeta hoy, no dentro de cien años.
Antes de la industrialización, gran parte del metano se generaba en humedales naturales, y en España había muchos más que ahora. Muchos fueron desecados para agricultura o urbanización, como en La Laguna de la Janda o zonas de Doñana. Hoy, parte de esos humedales han sido reemplazados por arrozales, especialmente en regiones como Valencia, el Delta del Ebro o Sevilla. Estos campos inundados también producen metano, ya que recrean condiciones similares a los humedales, con descomposición de materia orgánica en ausencia de oxígeno.
Aunque se redujeron las fuentes naturales, las actividades humanas —incluidos los arrozales— generan más metano que antes.
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