lunes, 9 de junio de 2025

LA POLICIA QUE VIVI. LA QUE VEO HOY


Por un Subinspector del antiguo Cuerpo General de Policía

El Estado español ha adoptado diversas formas de gobierno a lo largo de su historia, desde la unificación de los territorios peninsulares bajo los Reyes Católicos. Algo similar ha ocurrido con la Policía de España, que en 2024 celebró sus 200 años de existencia. Tuve el honor de ser invitado a varios actos conmemorativos y asistí a dos. Este 2025, en Alicante, se ha dedicado una calle a la Policía Nacional, actual denominación de la policía estatal. Fui invitado a la ceremonia, pero no asistí.

El 17 de septiembre de 1973 ingresé en la Escuela General de Policía, situada en la calle Miguel Ángel 5 de Madrid. Al año siguiente, tras una formación acelerada —la muerte del general Franco era inminente— me incorporé como Subinspector de 2ª Clase del Cuerpo General de Policía, la conocida como “policía secreta” del Estado español. Era un cuerpo civil, dedicado a la prevención del delito y a la seguridad interior del Estado.

El 1 de junio de 2018 finalicé mi carrera profesional como Comisario Principal del Cuerpo Nacional de Policía. Esta institución forma parte de un complejo entramado de cuerpos de seguridad en el Estado, que incluye policías municipales, autonómicas y nacionales. Hoy más de 100.000 agentes —entre Policía Nacional, Guardia Civil, Mossos d’Esquadra y Ertzaintza— ejercen funciones que antes correspondían únicamente al Cuerpo General de Policía.

Durante casi 45 años en el cuerpo, fui testigo de profundos cambios. No solo cambió el nombre de la institución: también se produjo una unificación con la Policía Armada, se amplió el número de integrantes y se diversificaron las funciones.

Ingresar en la “policía secreta” fue un anhelo cumplido. Disfruté plenamente mi paso por la Escala Ejecutiva como Inspector e Inspector Jefe en el Cuerpo Superior de Policía, y posteriormente como Comisario Principal en el Cuerpo Nacional de Policía.

Desde el primer día hasta el último disfruté sirviendo a mis conciudadanos. Fueron tiempos inolvidables. Alcancé mi meta y estoy agradecido por todo lo que logré en mi profesión.

Sin embargo, hoy no volvería a ser policía. No por la naturaleza del servicio público, que considero única y noble, sino por la creciente politización y la dependencia casi absoluta del poder político, en detrimento del poder judicial. Muchos de los responsables políticos que conocí entonces desconocían el mundo policial, el derecho, y el verdadero significado de la seguridad del Estado y el orden público.

En muchos casos, parecía que su principal motivación era asumir el mando y control directo de la Policía, quizá como forma de compensar frustraciones personales. Tal vez por eso ahora se les entrega el “bastón de mando” de Comisario, símbolo que en mi época no existía.

Triste destino para la Policía.

 

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