Vivir bien no es llegar lejos, es estar presente en lo que importa
Hoy la noticia agradable ha sido descubrir, gracias a una científica brillante, cuánto se ha avanzado en el conocimiento sobre el envejecimiento y la calidad de vida. Me ha resultado especialmente interesante cómo cosas tan simples como dormir bien, tener una actitud positiva o cuidar las relaciones personales influyen tanto en cómo envejecemos. También me ha impactado saber que la ciencia está mucho más cerca de lo que creemos de ayudarnos a vivir más —y mejor—.
El envejecimiento es inevitable, pero no tiene por qué arrastrarnos a la decadencia física y mental. Esto es lo que defienden Ana María Cuervo, bióloga molecular, y Juan Luis Arsuaga, paleoantropólogo, en una conversación que va al grano: la clave no es vivir más años, sino vivirlos con salud y autonomía.
Cuervo, que codirige el Instituto Einstein en Nueva York, estudia a personas centenarias para entender qué tienen en común quienes llegan tan lejos con buena salud. ¿La respuesta? Una mezcla de genética afortunada y ciertos hábitos que cualquiera puede aplicar: buena alimentación, descanso real, manejo del estrés y mantener el cerebro activo. La actitud también importa más de lo que creemos.
Arsuaga recuerda que hace apenas dos millones de años vivíamos lo que vive un chimpancé —unos 45 años— y ahora doblamos esa cifra. Pero el problema es que muchos de esos años se viven con pérdidas funcionales. Por eso, Cuervo impulsa la geromedicina: medicina personalizada basada en detectar qué mecanismos celulares están fallando y tratarlos a tiempo. No hace falta arreglar todo: mejorar un área clave puede beneficiar al resto del organismo.
Aún no hay medicamentos oficialmente aprobados para alargar la vida, pero hay estudios prometedores con fármacos como la metformina o la rapamicina. También la inteligencia artificial está ayudando a identificar nuevas aplicaciones de fármacos ya existentes. Pero lo que sí está claro hoy es que los hábitos de vida son determinantes. Y muchos de ellos no cuestan dinero.
Dormir bien, por ejemplo, es algo universal y gratuito. Pero vivimos en una sociedad que lo descuida. Cuervo insiste también en la importancia de respetar los ritmos circadianos, hacer ayunos adaptados, evitar comidas ultra procesadas y mantener vínculos sociales saludables. El estrés, la soledad y la falta de estímulo mental son auténticos aceleradores del deterioro.
Lo más potente que dijo Cuervo fue que el envejecimiento no es solo una cuestión biológica, sino también una cuestión de oportunidades: el código postal y el nivel educativo pueden determinar tanto o más que la genética. Por eso, si hay inversión en investigación, aunque venga de multimillonarios como los de Altos Labs, bienvenida sea, siempre que se haga con rigor y para beneficio colectivo.
No se trata de buscar la inmortalidad, sino de vivir bien el tiempo que tenemos. Envejecer mejor es posible, y empieza por cómo vivimos hoy.
Fuente: “Cuervo y Arsuaga, sobre cómo envejecer mejor: ‘Dormir es algo democrático, universal y gratis, y nadie duerme’”, por Nuño Domínguez. EL PAÍS, 27 mayo 2025.
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