jueves, 29 de mayo de 2025

INVASION O TRANSFORMACION?

 





¿Invasión o transformación? El nuevo rostro demográfico del Mediterráneo español

Cada día observo noticias en la prensa sobre el incremento de extranjeros en España, especialmente en su fachada mediterránea. En El Campello, veo cómo se van domiciliando  más personas procedentes de otros países: ucranianos, argentinos, franceses, belgas…

España ha vivido en las últimas décadas un cambio demográfico de gran alcance. Zonas como Murcia, Almería, Alicante, Cataluña o Baleares presentan hoy porcentajes de población extranjera que superan el 20%. A nivel nacional, el dato ronda el 15%, con más de un millón de marroquíes y cifras también altas de colombianos, ecuatorianos, rumanos, ingleses, chinos y subsaharianos.
Este fenómeno ha ocurrido en apenas tres décadas, un cambio súbito en términos históricos. La pregunta que me hago es: ¿estamos viviendo una nueva forma de invasión? No en el sentido bélico, sino como un proceso masivo de asentamiento y transformación cultural, social y económica.

Recordéque en el año 711 se marcó el inicio simbólico de la presencia islámica en la península. Hoy, muchos historiadores, como Emilio González Ferrín, sostienen que más que una invasión armada, lo que ocurrió fue un proceso prolongado de migración, arabización e integración mediterránea. Si trasladamos esa lógica a la actualidad, las similitudes son evidentes: no llegan ejércitos, pero sí personas empujadas por guerras, pobreza, represión o la búsqueda de una vida mejor. La frontera sur española vuelve a actuar como espacio de entrada y mestizaje. Lo que fue Al Ándalus hoy es un crisol cultural en construcción.

Estamos viendo como España atraviesa una transformación demográfica acelerada. Alta concentración de población extranjera en zonas costeras y agrícolas, pluralidad de orígenes que configuran nuevos entornos urbanos, lingüísticos y religiosos, y procesos de integración desiguales: desde barrios integrados hasta núcleos de fuerte segregación cultural o económica. No es una invasión clásica, pero sí un asentamiento masivo y estructural que cambia el rostro del país. Como en el pasado, estos movimientos no son ajenos, sino parte de la historia viva del territorio.

El litoral mediterráneo, experimenta un cambio demográfico acelerado, con zonas que superan el 20% de población foránea. Se reconfigura el entorno sociocultural, aparecen nuevos barrios, lenguas, religiones y redes económicas. La integración es desigual: conviven inclusión y convivencia pacífica con marginación, desarraigo o conflictos localizados. Creo que no se trata de una invasión militar, pero sí de una transformación migratoria de gran escala. Como en otros tiempos, será la historia quien determine si este proceso deriva en una configuración multicultural y cohesionada o en fragmentaciones si no se gestiona con inteligencia.

¿Esto terminará mal? No necesariamente. Todo dependerá de la gestión política e institucional, que debe ser firme, realista e integradora; de la capacidad para integrar sin diluir la identidad común ni erosionar la cohesión social; y de la percepción colectiva: si predomina el miedo o el valor del enriquecimiento cultural y económico.

Este proceso no debe observarse con ingenuidad ni con alarmismo. El Estado y las instituciones locales deben vigilar atentamente el tipo de migración que se produce. Observamos como junto a la migración laboral y vulnerable, llegan también inversores, propietarios y élites económicas de Europa del Este, Rusia, Ucrania, China, Latinoamérica y Estados del Golfo. Muchos adquieren activos estratégicos: propiedades inmobiliarias, negocios turísticos, terrenos agrícolas, residencias de lujo, incluso medios de comunicación. A medio plazo, si no se encauza correctamente, estos nuevos residente con inversiones importantes  podrían influir en el tejido económico y en la toma de decisiones políticas locales o estatales.

España no puede renunciar a su vocación integradora ni a su legado mestizo, pero tampoco puede dejar de proteger su modelo democrático ni el interés colectivo de sus ciudadanos. Es una línea delicada que exige inteligencia, planificación y visión de largo plazo.

España vive hoy un proceso de asentamiento masivo y transformación cultural comparable en escala —aunque no en naturaleza bélica— a grandes movimientos históricos. No es una invasión, pero sí un cambio estructural que transformará la sociedad en el medio y largo plazo.

Este fenómeno exige análisis profundo, políticas inteligentes y anticipación. No se trata solo de integrar a quienes llegan, sino también de proteger los equilibrios que sostienen la convivencia, la identidad compartida y la soberanía política. Solo así podrá construirse una España plural pero cohesionada, abierta pero consciente de sí misma.

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