SIMON BOLIVAR. EL GRAN HEROE


Simón Bolívar es, para muchos, el gran Libertador de América. Su rostro adorna billetes, plazas y estatuas; su nombre, pronunciado con reverencia, parece pertenecer más al panteón de los dioses que al mundo de los hombres. Pero detrás del mármol y del bronce, hay una figura más compleja, contradictoria y, en muchos aspectos, inquietante.


Me propongo revisar su legado, no para demolerlo, sino para comprenderlo en toda su dimensión humana: sus luces, sí, pero también sus sombras.


El hombre detrás del mito


Bolívar nació en 1783 en el seno de una familia criolla rica, marcada por privilegios y tragedias tempranas. Huérfano de padre y madre a una edad temprana, y viudo muy joven, su carácter fue moldeado por una mezcla de dolor personal y poder heredado. Fue educado en los ideales de la Ilustración, pero también seducido por la figura de Napoleón: un líder que hablaba de libertad mientras acumulaba poder absoluto.

Muchos recuerdan el juramento que Bolívar hizo en el Monte Sacro, prometiendo liberar a América del dominio español. Pero el camino que eligió para cumplir esa promesa estuvo lejos del idealismo puro. Fue una ruta empapada de violencia, pactos oscuros y decisiones que hoy, con los ojos del siglo XXI, merecen un análisis crítico.


El Decreto de Guerra a Muerte: ¿libertad o exterminio?

En junio de 1813, Bolívar proclamó su famoso Decreto de Guerra a Muerte, legalizando el asesinato de cualquier español que no apoyara activamente la causa independentista. Fue una orden que no distinguía entre soldados y civiles, que convirtió el conflicto en una guerra de exterminio.

La historia oficial pocas veces se detiene a contar lo que ocurrió después. En ciudades como Acarigua y Caracas, cientos de prisioneros fueron ejecutados sumariamente. En Pasto, la llamada Navidad Negra, hombres, mujeres y niños fueron masacrados por lealtad a la Corona. No fue una guerra limpia. Fue una lucha donde el fin justificaba los medios, y donde Bolívar no dudó en emplear el terror como herramienta política.


Libertador, pero también caudillo

Simón Bolívar no luchaba por una democracia inclusiva ni por un poder compartido. Su visión de libertad pasaba, en muchos casos, por el control absoluto. Desconfiaba de la participación popular, y veía en las masas un riesgo, no una esperanza. Como le confesó a su colaborador Louis Peru de Lacroix, temía parecerse a Napoleón… pero al mismo tiempo, lo admiraba profundamente.

Su sueño de una América unida terminó en traiciones, divisiones internas y repúblicas frágiles, nacidas entre el caudillismo y la violencia. Bolívar murió joven, derrotado política y emocionalmente, sin haber logrado cimentar un proyecto democrático estable.


Un legado disputado

En tiempos recientes, su figura ha sido resucitada por regímenes autoritarios que han vaciado su legado de contexto para convertirlo en una herramienta propagandística. El bolivarianismo actual es muchas veces una caricatura del hombre real: se exalta su retórica antiimperialista, pero se ignoran sus prácticas violentas, su elitismo, su carácter excluyente.

Karl Marx, por ejemplo, no se dejó deslumbrar por su leyenda. Lo llamó “cobarde, brutal y miserable”, comparándolo con dictadores despóticos. Una opinión incómoda, pero útil para recordar que Bolívar también fue un hombre con ambiciones desmedidas, que no siempre respetó los ideales que decía defender.


¿Libertador… o conquistador?

La independencia que Bolívar lideró no fue una revolución social. Fue, en muchos aspectos, una sustitución de élites: los criollos reemplazando a los peninsulares, pero sin romper con las estructuras de poder que mantenían excluidos a indígenas, afrodescendientes y clases populares.

Los pueblos originarios, que bajo el dominio español contaban al menos con ciertos derechos reconocidos, fueron marginados en las nuevas repúblicas. La libertad prometida fue selectiva. Y Bolívar, más que abrir las puertas a una nueva justicia, consolidó un nuevo orden donde las élites criollas mantuvieron su hegemonía.


Ver a Bolívar sin mitos

No se trata de negar los méritos de Bolívar, ni de despojarlo de su lugar en la historia. Se trata, simplemente, de mirarlo sin la venda del culto. De aceptar que el hombre que liberó naciones también cometió actos atroces. Que su genio político convivía con una peligrosa inclinación al autoritarismo. Que su lucha, lejos de ser puramente altruista, estuvo teñida por la ambición, el cálculo y la violencia.

Simón Bolívar no fue solo un libertador. Fue también un conquistador, un caudillo, un estratega sin escrúpulos cuando lo creyó necesario. Y quizá sea hora de que nuestra mirada sobre él evolucione: no hacia el desprecio, sino hacia una comprensión más madura, más completa y más honesta de lo que realmente significa su legado.

 

https://www.eldebate.com/cultura/20220810/espeluznante-cara-oculta-libertador-simon-bolivar_53802.html




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