domingo, 25 de mayo de 2025

REVOLUCIONARIOS U OPORTUNISTAS

 




Una mirada crítica a los líderes de la emancipación hispanoamericana



He escuchado con frecuencia, y con entusiasmo, cómo en América Latina se celebran actos conmemorativos en honor a los libertadores por haber conseguido la independencia de España y los supuestos beneficios que esto trajo a sus pueblos. Cada año, millones de latinoamericanos conmemoran con fervor patriótico la ruptura con la corona española: hay desfiles, banderas en alto y discursos que glorifican la libertad conquistada por valientes héroes nacionales. Pero detrás de esa narrativa épica persiste una pregunta incómoda: ¿quiénes impulsaron realmente la independencia? ¿Y qué intereses estaban en juego?

Lejos de la imagen de un pueblo unido alzándose contra la tiranía, la historia documenta que las independencias no fueron protagonizadas por los pueblos indígenas, mestizos o afrodescendientes. Tampoco fueron revoluciones sociales al estilo de la Revolución Francesa. Por el contrario, fueron procesos impulsados por las élites criollas —descendientes de españoles nacidos en América— que, tras siglos de formar parte de la estructura colonial, vieron en la crisis de la monarquía española una oportunidad para hacerse con el poder.

Estas élites, frustradas por ser excluidas de los altos cargos reservados a peninsulares, no cuestionaban el orden social, económico ni religioso heredado del imperio. Solo deseaban ocupar el lugar de los virreyes y capitanes generales. Su lucha no fue por la igualdad ni por la justicia, sino por el poder. ¿Puede llamarse “liberación” a un simple cambio de manos en el gobierno territorial?

El momento histórico fue determinante. La invasión napoleónica a comienzos del Siglo XIX debilitó a España y dejó un vacío político. No fue el clamor popular, sino la geopolítica europea la que abrió el camino a la emancipación. En ese contexto, los criollos actuaron como oportunistas racionales, no como revolucionarios. Desde la mirada de la España de entonces, no hay duda: fueron traidores que aprovecharon el caos para desconocer a la autoridad legítima. Desde la óptica moderna, quizás se les pueda conceder el título de “fundadores”, pero difícilmente el de redentores o libertadores.

Peor aún, al tomar el poder, estas nuevas repúblicas replicaron el sistema colonial casi en su totalidad: desigualdad estructural, exclusión étnica, dominio oligárquico y violencia contra los sectores populares. Los indígenas no obtuvieron derechos, los esclavos no fueron liberados de inmediato y la “ciudadanía” fue un privilegio reservado a los alfabetos, propietarios y varones blancos.

Por tanto, cuando un latinoamericano medio —sin herencia criolla, sin privilegios de cuna, sin voz en aquel proceso— celebra la independencia, ¿qué celebra realmente? ¿Una supuesta libertad que nunca lo incluyó? ¿Un mito nacional que borra su historia?

Tal vez llegó el momento de dejar de repetir las ficciones fundacionales sin reflexión crítica. La independencia no fue un acto de justicia universal, sino una disputa entre españoles de dos continentes por el control de un imperio en crisis. Y si bien de ella nacieron esas repúblicas, también nacieron sus contradicciones.

Las independencias latinoamericanas fueron, en muchos casos, proyectos de poder criollo más que gestas populares. Celebrarlas no debe implicar ocultar su origen elitista ni fantasear con un proceso que dejó intactas las estructuras de dominación. Quizás la verdadera emancipación aún esté por construirse.









viernes, 23 de mayo de 2025

VIVIMOS EN UNA SIMULACION CUANTICA?

 





Cada día me gusta e interesa más el mundo cuántico. Aunque no viviré para ver su expansión, sus ventajas y sus riesgos, observo cómo evoluciona el mundo que llega. Cada día me sorprende una noticia nueva. Comparto esta por si alguien más siente la misma curiosidad.Este texto es una invitación a ver cómo ciencia, arte y cultura popular se cruzan para ayudarnos a pensar en el universo cuántico, o incluso en la posibilidad de que todo esto sea una simulación.

La física cuántica es una de las teorías más exitosas de la ciencia, pero también una de las más desconcertantes. Habla de partículas que pueden estar en varios lugares a la vez, de objetos que se afectan mutuamente aunque estén separados por años luz, y de una realidad que cambia solo porque la estamos mirando.

A lo largo de mi vida —y aún hoy, a mis 73 años— sigo sorprendiéndome con cada nueva teoría que desafía el sentido común. Me ha llamado la atención ver cómo el arte se ha convertido en un puente para explorar conceptos difíciles de entender con palabras o ecuaciones. Ya no es solo la ciencia la que trata de explicarlos. También lo hacen las novelas, las películas y las instalaciones artísticas.


Desde el principio de incertidumbre de Heisenberg hasta las ideas más recientes sobre computación cuántica o redes P2P que simulan la realidad, la física cuántica ha cambiado nuestra forma de pensar. La superposición y el entrelazamiento no son rarezas teóricas; son pistas de que la realidad puede no ser tan sólida como creemos.

Algunos científicos y filósofos sugieren que el universo podría ser una construcción basada en información. Como si viviéramos dentro de una simulación. Autores como Marcus Arvan y Ross Rhodes comparan el comportamiento cuántico con un videojuego: lo que no se ve, no se renderiza. Y lo que observamos, se genera en tiempo real, como si fuéramos personajes dentro de un sistema mayor.

La exposición Visiones cuánticas, comisionada por Mónica Bello en Arts at CERN, es un ejemplo claro de cómo el arte puede hablar de ciencia sin fórmulas. Obras como Brújula, de Nicole L’Huillier, que responde a la voz del espectador, o el filme sin imágenes de Jaione Camborda, nos hacen sentir lo que la física muchas veces no puede explicar.

El artista Pedro Torres lo resume: “Lo cuántico nos entrelaza”. En un mundo fragmentado, este arte sugiere que todo está conectado. Y no es solo intuición artística: esa misma idea resuena en teorías como las de Serik Akshulakov sobre la relación entre conciencia y universo.
La idea del multiverso ha pasado de la ciencia a la cultura popular. Películas como Todo a la vez en todas partes o series como Black Mirror usan este concepto para explorar las vidas que dejamos pasar. A veces con un tono casi religioso.

Gabriel Ventura dice que el multiverso se ha convertido en “el nuevo Dios”. Aunque teorías como la de Everett o los trabajos de Bousso y Susskind intentan sostenerlo científicamente, otros, como Adam Frank, advierten que sin pruebas sólidas podemos convertir hipótesis en creencias.

La cuántica ha creado un lenguaje simbólico poderoso. No hace falta entender las ecuaciones para captar su significado. Libros como La puerta de los tres cerrojos o novelas como Sitges, de Jaime Rubio, acercan estas ideas con humor y sencillez. La cineasta Camborda lo resume bien: “No hay que entender para sentir”.

Ese parece ser el punto. Estas narrativas no intentan enseñar física. Proponen nuevas formas de pensar el tiempo, la conciencia o la existencia. Y en ese sentido, son profundamente pedagógicas.
La física cuántica ya no es solo un asunto de científicos. Es un tema cultural, una metáfora colectiva, una manera de mirar lo imposible. Tal vez vivamos en una simulación. Tal vez existan miles de versiones de nosotros. Tal vez no.

Lo cierto es que seguimos preguntándonos por el universo, por la realidad, por nosotros mismos. Y eso ya es extraordinario. No hace falta tener todas las respuestas para maravillarse. A cualquier edad, lo importante es seguir haciéndonos preguntas. Como sugiere la física cuántica, todo —en el fondo— está conectado.



Ramírez, N. (2025, mayo 23). Vivir en la simulación (cuántica): cuando el arte explica la física que nadie entiende. El País. https://elpais.com/cultura/2025-05-23/vivir-en-la-simulacion-cuantica-cuando-el-arte-explica-la-fisica-que-nadie-entiende.html




jueves, 22 de mayo de 2025

ENEMIGOS O ALIADOS. CHIITAS Y SUNITAS CONTRA ISRAEL





Cómo Israel Une a Sunitas y Chiitas


Escuchamos constantemente sobre el conflicto entre Irán y Arabia Saudita, los chiitas y los sunitas, el tema de Afganistán… y en todos aparecen estas dos facciones. Sabía que en el mundo islámico existían divisiones, al igual que en el cristianismo tenemos ortodoxos y católicos, pero poco más. Así que busqué en internet para entender mejor qué sucede en el islam.

En el complejo mapa islámico, hay una fractura profunda: sunitas y chiitas. Han estado enfrentados durante más de 1.300 años. Pero hay un punto en el que coinciden: su oposición al Estado de Israel.

Desde la Revolución Islámica de 1979 en Irán hasta las guerras en Gaza, ambos bandos han sabido dejar de lado sus diferencias —al menos momentáneamente— cuando se trata de la causa palestina. Hezbollah (chiita) y Hamas (sunita) han cooperado en el terreno. Irán ha financiado a grupos palestinos sunitas. Incluso países árabes sunitas como Qatar o Turquía han cerrado filas junto a Irán en ciertos momentos.

En un Medio Oriente desgarrado por el sectarismo, la enemistad con Israel ha demostrado ser uno de los pocos puntos de contacto. Pero, ¿quiénes son sunitas y chiitas? ¿Por qué están divididos? ¿Y dónde están hoy?

La fractura comenzó justo después de la muerte del profeta Mahoma en el año 632. Lo que en un principio fue un desacuerdo político sobre la sucesión se transformó en una división teológica, espiritual y cultural.

Sunitas: sostenían que el nuevo líder debía ser elegido por consenso entre los más capaces. Así eligieron a Abu Bakr, amigo cercano de Mahoma. Chiitas: defendían que solo los descendientes directos del profeta —comenzando por su primo y yerno Alí— estaban legítimamente autorizados a guiar la comunidad.

Esta disputa por el liderazgo dio lugar a dos formas distintas de vivir el islam.

Sunitas: no tienen una jerarquía central. El liderazgo se reparte entre eruditos (ulama) que interpretan el Corán y los hadices (dichos del profeta). Chiitas: siguen una jerarquía liderada por los imanes. Hoy, la máxima autoridad recae en los ayatolás, que combinan poder espiritual y político.


Chiitas: conmemoran el martirio del imán Huséin —nieto de Mahoma— en la batalla de Karbala, con rituales emocionales, procesiones y lamentos. Sunitas: tienen una liturgia más uniforme, menos centrada en figuras históricas. La unidad de la comunidad es un valor central.


Chiitas: ponen el foco en el sufrimiento, el sacrificio y la justicia frente a la opresión. La figura del Mahdi (mesías esperado) es fundamental. Sunitas: enfatizan la ley islámica (sharía) y la tradición. Su enfoque es más legalista y colectivo.

Los sunitas son mayoría, pero los chiitas dominan algunos países clave.

Sunitas (85-90% del islam global) presentes en: Arabia Saudita, Egipto, Turquía, Siria (mayoría social), Afganistán, Pakistán, Marruecos, Sudán, Jordania, Indonesia y Malasia.

Chiitas (10-15%) predominan en: Irán (núcleo chiita mundial), Irak (mayoría chiita, con tensiones internas), Azerbaiyán, Líbano (a través de Hezbollah), Bahréin y Yemen (los hutíes, chiitas zaidíes).

Afganistán es un país mayoritariamente sunita, pero con una minoría chiita significativa: los hazara, históricamente marginados y víctimas de ataques por parte de extremistas sunitas como los talibanes o el Estado Islámico.

En los países vecinos, el sectarismo también es clave:

  • Irán: chiita, potencia regional, promotor de milicias aliadas en toda la región.

  • Pakistán: mayoritariamente sunita, con entre 15 % y 20 % de chiitas; escenario frecuente de violencia sectaria.

  • Tayikistán y Uzbekistán: sunitas no árabes, con control estatal fuerte sobre la religión.

  • India: tercera población musulmana más grande del mundo, con millones de chiitas entre la mayoría sunita.

La división ha alimentado conflictos armados en varias regiones:

  • Irak: tras la caída de Saddam Hussein, los chiitas tomaron el poder y el país vivió años de violencia sectaria.

  • Siria: el régimen alauita de Bashar al-Assad (rama chiita) es apoyado por Irán, mientras los rebeldes eran mayoritariamente sunitas.

  • Yemen: guerra civil entre hutíes chiitas y el gobierno sunita respaldado por Arabia Saudita.

  • Líbano: Hezbollah, chiita, controla buena parte del sur del país y mantiene un conflicto abierto con Israel.

El conflicto entre Irán (chiita) y Arabia Saudita (sunita) es el núcleo de la rivalidad sectaria en el islam. Pero no es solo una disputa teológica: es una lucha por el liderazgo político, militar y cultural del mundo musulmán.

Irán busca proyectar su poder mediante milicias aliadas en Irak, Siria, Líbano y Yemen. Arabia Saudita responde con financiación de gobiernos, grupos sunitas y alianzas regionales. Ambos países han apoyado a grupos en conflicto, alimentando guerras por poder indirecto.

La causa palestina ha sido uno de los pocos temas capaces de unir a sunitas y chiitas: Irán financia a Hezbollah (chiita) y apoya a Hamas (sunita). Hamas ha recibido también respaldo de Qatar y Turquía, países sunitas con agendas más independientes. El odio compartido hacia Israel ha permitido colaboraciones tácticas entre grupos que, en otros contextos, se enfrentan violentamente. Pero esta unidad tiene límites. Cuando desaparece el enemigo común, la rivalidad sectaria suele volver a encenderse.

La división entre sunitas y chiitas es una herida abierta desde los orígenes del islam. Está presente en libros sagrados, sermones, políticas de Estado y campos de batalla. Sin embargo, como demuestra la causa palestina y el conflicto con Israel, también hay momentos en que las líneas religiosas se cruzan por intereses estratégicos.

El islam no es monolítico. Es diverso, contradictorio y muchas veces está en guerra consigo mismo. Pero frente a enemigos comunes, incluso sus rivales más antiguos pueden encontrar terreno compartido.

¿Enemigos o Aliados? Cómo Israel Une a Sunitas y Chiitas

En el complejo mapa del islam, hay una fractura profunda: sunitas y chiitas. Han estado enfrentados durante más de 1.300 años. Pero hay un punto en el que coinciden: su oposición al Estado de Israel.

Desde la Revolución Islámica de 1979 en Irán hasta las guerras en Gaza, ambos bandos han sabido dejar de lado sus diferencias —al menos momentáneamente— cuando se trata de la causa palestina. Hezbollah (chiita) y Hamas (sunita) han cooperado en el terreno. Irán ha financiado a grupos palestinos sunitas. Incluso países árabes suníes como Qatar o Turquía han cerrado filas junto a Irán en ciertos momentos.

Origen del Conflicto: ¿Quién Debía Suceder a Mahoma?

La división comenzó tras la muerte del profeta Mahoma en el 632. ¿Quién debía liderar la comunidad?

  • Sunitas: defendieron que debía ser elegido por consenso. Eligieron a Abu Bakr.
  • Chiitas: creían que debía ser un descendiente directo, empezando por Alí.

Diferencias Religiosas y Teológicas

  • Autoridad: Sunitas se guían por los eruditos; chiitas por los imames y ayatolás.
  • Ritos: Chiitas conmemoran intensamente el martirio de Huséin; sunitas no centran su práctica en figuras humanas.
  • Enfoque: Chiismo destaca la justicia y el sufrimiento; el sunismo enfatiza la ley islámica.

¿Dónde Están?

Sunitas: 85-90% del islam global. Predominan en Arabia Saudita, Egipto, Turquía, Afganistán, Pakistán, entre otros.

Chiitas: 10-15%. Mayoritarios en Irán, Irak, Azerbaiyán, Bahréin, yemeníes hutíes, y los hazara en Afganistán.

Afganistán: Cruce de Tensiones

Afganistán es mayoritariamente sunita, pero los hazara chiitas han sido históricamente perseguidos. En la región circundante (Irán, Pakistán, India, Asia Central), las tensiones sectarias están muy presentes.

Irán vs Arabia Saudita

Esta rivalidad es tanto teológica como política. Irán apoya milicias chiitas en varios países. Arabia Saudita promueve la influencia sunita y teme la expansión iraní.

¿Unidad Real o Conveniencia Contra Israel?

La causa palestina ha sido uno de los pocos puentes entre chiitas y sunitas. Aunque con límites, esta coincidencia estratégica ha permitido colaboraciones como la de Hezbollah y Hamas.

Conclusión

La división sunita-chiita es una constante del islam. Pero frente a Israel y en defensa de Palestina, incluso enemigos tradicionales pueden alinearse. En Medio Oriente, todo puede cambiar, excepto los intereses.

Sunitas y chiitas diferencias, mapa, historia y geografía religiosa

Sunitas y chiitas representan las dos grandes ramas del islam. Aunque diferentes en teología, historia y distribución geográfica, coinciden ocasionalmente en su oposición a Israel. Este artículo cubre los orígenes, diferencias, conflictos, y presencia en países como Irán, Arabia Saudita, Afganistán, Irak, Siria, Líbano y Yemen.

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martes, 20 de mayo de 2025

PALABRAS DE LA INFANCIA

 






Las palabras de mi infancia que hoy están (aunque no lo creas) en el diccionario


Hoy me he reído leyendo un artículo de la BBC que hablaba de palabras como almóndigatoballa o murciégalo. Mi sorpresa no fue solo que las mencionaran, sino que siguen vivas… ¡en el mismísimo Diccionario de la Real Academia Española! No como términos cultos, claro, sino marcadas como “vulgares”, “coloquiales” o “en desuso”. Pero ahí están. Documentadas. Registradas. Oficiales, aunque no recomendables.

Estas palabras me llevaron de vuelta a mi niñez en Badajoz, allá por los años 50 y 60. En casa, en la calle, y hasta en la escuela, era común oír y usar “toballa” en vez de “toalla”, o “almóndiga” por “albóndiga”, sin que nadie nos corrigiera demasiado. A veces eran los propios profesores quienes las decían. Poco a poco, al convivir con otras formas de hablar y al leer más, entendimos que no eran correctas. Pero eso no las borró de la memoria.

Lo que me impactó es saber que muchas de esas expresiones están recogidas en el DLE, el Diccionario de la Lengua Española, que se actualiza cada año. No porque sean “buenas”, sino porque forman parte del uso real del idioma. No son palabras inventadas por ignorancia: son formas que existieron (y algunas aún existen) en el habla popular. Incluso hay vocablos que datan del siglo XVIII y que todavía arrastramos.

Por ejemplo, “murciégalo” fue durante un tiempo la forma preferida, hasta que se desplazó por “murciélago”. Lo mismo pasó con “asín” o “toballa”, registradas como formas desusadas, pero que vivieron sus momentos de gloria.

Y no, por si alguien lo piensa, que estén en el diccionario no significa que estén bien dichas. Solo significa que existen, que fueron usadas con suficiente frecuencia como para merecer ser anotadas. Lo explica la RAE: el diccionario no es una lista de lo correcto, sino una fotografía del uso.

Curioso, ¿no? Mientras que palabras modernas como juernes o brillibrilli aún esperan su turno por no estar suficientemente asentadas, otras que suenan “mal” pero llevan siglos entre nosotros ya tienen su ficha.

Esta entrada es para los que crecimos entre toballas, almóndigas y murciégalos. Para los que entendemos que el lenguaje no es solo norma, sino historia, identidad y memoria. Y para quienes se maravillan con lo viva que está nuestra lengua, incluso cuando habla “mal”.

lunes, 19 de mayo de 2025

APRENDER IDIOMAS

 








En los años 60, cuando estudiaba en Badajoz, nos enseñaban una segunda lengua en el instituto. Yo elegí francés. En ese momento no parecía importante. Era una asignatura más, al nivel de Formación del Espíritu Nacional o Religión. Le dedicabas el tiempo justo para aprobar y poco más.

Con el tiempo entendí lo que nadie nos explicó entonces: hablar otro idioma no era un adorno educativo, era una herramienta clave. Si hubiera aprovechado mejor aquellos cuatro años de bachillerato, me habría abierto más puertas en lo profesional. Hoy lo tengo claro: saber idiomas marca la diferencia. Y ya no basta solo con inglés.

Por eso me pareció útil el artículo publicado hoy en El País, titulado “Hablar un inglés fluido ya no es diferencial”(Óscar Granados, 11 de mayo de 2025). Lo resumo porque dice verdades importantes para cualquiera que esté estudiando, trabajando o buscando mejorar su perfil.

Hoy el inglés ya no es un valor añadido, es un requisito básico. Las empresas lo consideran al mismo nivel que saber usar el correo electrónico o Word. Se espera que lo tengas, sobre todo si aspiras a puestos con responsabilidad o contacto internacional. El nivel mínimo aceptado es un B2, suficiente para mantener una conversación profesional. Pero eso, por sí solo, ya no impresiona.

Lo que realmente marca la diferencia es una tercera lengua. No hablamos solo de francés o alemán. El interés también crece por idiomas como portugués, italiano, árabe, japonés o chino mandarín. Estos idiomas tienen impacto directo en el salario. El artículo cita datos de InfoJobs que muestran que saber alemán puede aumentar el sueldo medio en más de 10.000 euros anuales. El chino también mejora las condiciones salariales y su demanda sigue creciendo, sobre todo en empresas con conexiones con Asia.

Además de lo profesional, hablar varios idiomas mejora la capacidad de adaptación, la flexibilidad mental y la integración en entornos multiculturales. Y eso, en un mundo globalizado, ya no es un detalle menor.

Un dato llamativo: España está entre los países europeos con más personas que nunca han aprendido un segundo idioma. En 2023, solo el 39% decía poder mantener una conversación en inglés. Mejor que Italia, sí, pero por detrás de Francia, Portugal y los países nórdicos.

Si estás estudiando, trabajas o simplemente quieres crecer, mi recomendación es clara: invierte en aprender idiomas. No esperes a que te haga falta. Hazlo antes. Si tienes hijos o nietos, anímales a no ver los idiomas como una asignatura de relleno, como nos pasó a muchos. Hoy ya no es una opción. Es una necesidad.


📌 Artículo completo en El País: “Hablar un inglés fluido ya no es diferencial” por Óscar Granados (11 de mayo de 2025)

BOREA

  Me fascina la época de Roma E s evidente. En este blog he ido compartiendo temas y curiosidades que me han sorprendido: teatros, anfiteatr...