miércoles, 11 de junio de 2025

KIRCHNERISMO Y SANCHISMO

 


Cuando la realidad choca con sus creencias, el obstinado no duda: cambia la realidad


 

Hoy mi amigo Pepe, desde otra parte del mundo, me decía: si Argentina pudo desembarazarse del kirchnerismo, España podrá hacerlo con el sanchismo.

Tiene razón. Kirchnerismo y sanchismo son dos variantes de poder personalista y oportunista. Deben terminar igual. Kirchner disfrazó de épica transformadora una estrategia de confrontación y concentración. Sánchez ha convertido la política en teatro: sin principios estables, con alianzas cambiantes y narrativa oportunista. Ambos utilizan el relato para ocultar la falta de un proyecto real, y los dos han terminado atrapados en sus propios excesos.

Este ensayo compara dos modelos de poder que crecieron explotando la polarización y el relato manipulado a conveniencia. El kirchnerismo terminó consumido por su propio desgaste. El sanchismo sigue avanzando, aunque cada vez más desgastado y con un final que puede arrastrar al socialismo español a su peor crisis histórica.


Análisis Comparativo


Similitudes:

  • Personalismo extremo: Tanto Kirchner como Sánchez basaron su liderazgo en su figura personal, desdibujando los partidos tradicionales que los llevaron al poder: el peronismo y el socialismo.

  • Manipulación del relato: Ambos usaron discursos simbólicos —derechos humanos y memoria histórica— como herramientas de poder, más que como compromisos reales.

  • Polarización como método: Hicieron de la confrontación su principal herramienta política para sostenerse.

  • Alianzas oportunistas: Pactaron con sectores ideológicamente opuestos para mantenerse en el poder: populismos regionales en Argentina, independentistas en España.

  • Corrupción y opacidad: Ambas experiencias terminaron manchadas por escándalos de corrupción que deterioraron su credibilidad.

  • Erosión institucional: El control absoluto de los partidos y la debilitación de la separación de poderes fueron una constante.


Diferencias:

  • Contexto económico: El kirchnerismo aprovechó un ciclo de bonanza por los altos precios de las materias primas; el sanchismo ha tenido que navegar en un contexto de fatiga económica y alta deuda.

  • Estado actual: El kirchnerismo es historia pasada, enfrentado a su declive. El sanchismo sigue gobernando, aunque muestra síntomas de agotamiento.

  • Aproximación internacional: Kirchner se alineó con el populismo latinoamericano; Sánchez ha virado entre acercamientos pragmáticos y concesiones ideológicas sin rumbo claro.


KIRCHNERISMO


Kirchnerismo: confrontación, personalismo y agotamiento político

No fue un ciclo político más en la historia reciente de Argentina. Nació de una crisis, creció en un entorno favorable y terminó atrapado en su propio laberinto de poder, conflicto y desgaste. Se puede afirmar que su legado es tan complejo como contradictorio: un proyecto que prometía transformar y terminó atrapado en su propia lógica de confrontación, concentración y deterioro.

Néstor Kirchner no llegó al poder por un mandato popular arrasador. Apenas cosechó el 22 % de los votos en 2003, beneficiado por el retiro de Carlos Menem en la segunda vuelta. Sin embargo, creyó que, en una sociedad descompuesta tras la crisis de 2001, el liderazgo fuerte era una demanda pendiente. Desde ese punto de vista, Kirchner construyó poder con engaño: se apropió del discurso de los derechos humanos, rompió con el peronismo tradicional en Buenos Aires, reestructuró la Corte Suprema y se aprovechó de la coyuntura del ciclo global de materias primas para sostener crecimiento económico, superávit fiscal y estabilidad.

El modelo demostró su eficacia mientras la economía crecía de forma sostenida. El superávit doble —cuando un país tiene saldo positivo tanto en sus cuentas públicas como en su comercio exterior—, el tipo de cambio alto y los precios internacionales favorables le dieron margen para implementar políticas expansivas, aumentar el consumo y reducir la pobreza. Pero todo eso tenía un alcance limitado. La inflación comenzó a asomar, y el gobierno eligió ocultarla antes que enfrentarla: intervino el Instituto de Estadística, falseó los datos públicos y rompió un contrato básico de confianza entre el Estado y la sociedad.

El kirchnerismo nunca fue un proyecto de integración ni de consenso. La polarización se convirtió en su sello distintivo. Desde el primer momento eligió dividir: amigos o enemigos. Cualquier disidencia era tratada como traición. El relato oficialista exaltó esa lógica de confrontación: primero contra el poder económico, luego contra el campo, más tarde contra los medios de comunicación y, finalmente, contra todo aquel que no se alineara. Cada victoria electoral se interpretaba como un cheque en blanco. Cada derrota, como una conspiración.

Detrás del relato de los derechos humanos, la reindustrialización y la “década ganada”, crecía otra Argentina: la de la corrupción sistemática, el manejo discrecional de fondos públicos y el uso del aparato estatal como herramienta de construcción política. Los fondos de Santa Cruz administrados por Néstor Kirchner, la obra pública direccionada, los negocios hoteleros de la familia Kirchner, los sobornos registrados en los “cuadernos de la corrupción”, son parte de esa cara oculta que el discurso épico no pudo tapar.

El kirchnerismo tuvo éxito al usar la causa de los derechos humanos como herramienta de legitimación. Pero instrumentalizó esa bandera: reescribió el prólogo del Nunca Más, redefinió el relato sobre la violencia política y monopolizó la memoria colectiva. Las organizaciones de derechos humanos, que en otro tiempo fueron baluartes de independencia, quedaron absorbidas dentro del proyecto kirchnerista, perdiendo parte de su credibilidad.

Con el tiempo, las debilidades del modelo económico quedaron expuestas. La política de subsidios generalizados distorsionó precios relativos, desincentivó la inversión y comprometió las cuentas públicas. La nacionalización del Fondo de Pensiones (AFJP) aportó liquidez inmediata, pero supuso un retroceso institucional al eliminar el sistema de ahorro privado para las jubilaciones. La expropiación de YPF terminó en un juicio multimillonario que aún hoy arrastra consecuencias económicas.

El “vamos por todo” no fue solo un eslogan: mostraba la intención de acallar cualquier disidencia y concentrar el poder en pocas manos. Cuando Néstor Kirchner murió en 2010, dejó un aparato político fuerte, pero también un modelo económico que empezaba a agotarse. Cristina Fernández de Kirchner, viuda y con un respaldo electoral amplio, siguió la misma línea, con menos margen de maniobra y un tono más cerrado.

Después de la elección de Cristina Fernández, la economía mundial dejó de jugar a favor. Los precios de las materias primas bajaron, las restricciones cambiarias bloquearon el acceso a dólares y frenaron el crecimiento. La inflación, antes contenida, se desbordó. La corrupción, antes encubierta, estalló en causas judiciales que alcanzaron a funcionarios de primera línea y a la propia familia presidencial.

La política exterior siguió una lógica de alineamientos ideológicos antes que pragmáticos. El acercamiento a Venezuela, el distanciamiento de Estados Unidos y Europa, y el aislamiento en el sistema financiero internacional debilitaron la posición argentina justo cuando más necesitaba inversiones y financiamiento.

Dejó algunas lecciones claras: que el relato sin resultados termina agotándose; que la concentración de poder erosiona las instituciones y siembra desconfianza; y que la polarización permanente puede sostenerse un tiempo, pero no construye una sociedad más cohesionada ni un Estado más sólido.

Néstor Kirchner entendió la Argentina post-crisis: vio la oportunidad y supo aprovecharla. Pero su proyecto se construyó sobre bases inestables: el uso constante de la confrontación, la falta de visión económica a largo plazo y la utilización unilateral de la memoria histórica como herramienta política. El kirchnerismo quedó atrapado en sus propios excesos.

Hoy se enfrenta al ocaso no solo por desgaste natural, sino porque la sociedad argentina ha cambiado. Los mismos mecanismos que antes generaban adhesión —relato épico, polarización, asistencialismo— ahora generan rechazo. La inflación, la inseguridad y la falta de futuro pesan más que cualquier ideario.

No fue solo un ciclo político, sino una forma de entender la política: como una guerra permanente, un juego de suma cero, una acumulación de poder sin límites. Aquella ambición desmesurada que prometía cambiarlo todo acabó agotándose a sí misma y agotando a todo un país.


SANCHISMO


Sanchismo: oportunismo, poder personal y desgaste político


El sanchismo no es una doctrina ni un proyecto ideológico sólido. Es una forma de poder basada en el oportunismo, la manipulación del relato y el personalismo extremo. Pedro Sánchez ha construido un modelo político que gira en torno a su figura, usando la imagen de la izquierda como simple mercancía electoral, mientras aplica prácticas alejadas de los valores tradicionales del socialismo democrático.

Desde su llegada a La Moncloa mediante una moción de censura, Sánchez ha oscilado entre pactos tácticos y cambios constantes de posición. No tiene principios claros; actúa según la conveniencia inmediata. El gobierno se ha convertido en un teatro donde alianzas y discursos cambian según el día: acuerdos con independentistas, pactos con populistas, o mensajes de moderación o radicalidad, según lo exija el momento.


Se sostiene en una narrativa fluida y adaptable. Desde el Open Arms hasta la relación ambigua con Unidas Podemos, pasando por su autoproclamado papel como muro contra el independentismo, Sánchez ha demostrado una habilidad para reescribir el discurso en función de las circunstancias. No importa que ayer llamara “socio preferente” a quien hoy tacha de “enemigo de la democracia”; lo esencial es conservar el poder.

Esta incoherencia no es casual, es estructural. Como señala David Runciman, el verdadero peligro es quien no reconoce los límites de su propia hipocresía. Sánchez ha llevado esto al extremo: su palabra no tiene peso si la coyuntura exige contradecirse.

Su equipo de poder, formado hace más de dos décadas, ha hecho del PSOE un instrumento personal. La dirección del partido ha sido vaciada, el Comité Federal no tiene autonomía y el presidencialismo domina de hecho. El PSOE ha dejado de ser un partido de Estado para convertirse en una máquina electoral al servicio de una sola persona.

En política económica, el sanchismo ha dañado a las clases medias, ampliado la desigualdad y fortalecido a una élite política desconectada de la realidad social. La gestión de los fondos públicos ha sido opaca, y los casos de corrupción han salpicado su entorno más cercano.

La gestión se disfraza de progresismo altamente cualificado, pero se basa en populismo de izquierda y autoritarismo sin rumbo. El control del relato ha desplazado a la autocrítica y la confrontación ha sustituido al debate político. La falta de respeto por la separación de poderes y los acuerdos con Bildu han erosionado el Estado de derecho. El abandono de reformas estructurales ha dejado a España en un estado de fatiga económica y fragmentación social.

Mientras tanto, los votantes de izquierdas, que alguna vez vieron en Sánchez un dique contra la derecha, ahora perciben el vacío detrás de la fachada. Muchos intelectuales han denunciado esta deriva, como Fernando Savater y Javier Cercas.

En definitiva, el sanchismo es un proyecto agotado en sí mismo, una combinación de oportunismo, populismo y autoritarismo que degrada la política española. Para que la izquierda pueda sobrevivir, deberá deshacerse del lastre sanchista y volver a sus principios fundacionales: justicia social, respeto institucional y consenso.

 

 

 

 

 

lunes, 2 de junio de 2025

UNA HISTORIA DE ABANDONO





Cuando la lana valía oro y hoy nadie la quiere: una historia de abandono


Leí sobre la lana española en la revista de National Geographic. Este texto es un resumen del artículo. Curiosa la evolución.

La lana española no es solo un producto olvidado. Es un ejemplo de cómo un país no siempre valora sus recursos. Hoy que se buscan materiales naturales, sostenibles y locales, puede ser el momento de recuperar una fibra que durante siglos fue símbolo de riqueza y oficio.

Durante siglos, la lana merina española fue uno de los bienes más valiosos. Se conocía como el oro blanco de Castilla. Se exportaba por Europa y generaba ingresos para ganaderos, comerciantes y el Estado. Ahora no la quiere nadie. Ni regalada. Muchos ganaderos pagan para deshacerse de ella.

El mercado ha cambiado. La industria textil prefiere fibras sintéticas: son más baratas, ligeras y fáciles de trabajar. El poliéster ha desplazado a la lana, que ahora se ve como un material pesado, caro y anticuado. España no ha sabido crear una industria sólida en torno a su lana. Mientras Australia ha construido una marca global con su lana merina, en España falta recogida, lavado, tejido y comercialización. Apenas quedan lavaderos industriales. No hay estructura ni inversión.

Esquilar es caro. Aunque se espera vender la lana, el ingreso real es bajo. Lo que antes era un ingreso es hoy un gasto más para el ganadero. El problema también es cultural. Consumimos ropa barata y desechable. Ya no valoramos prendas duraderas hechas con lana natural. La moda ha cambiado, y también lo que valoramos.

La lana española ha caído por abandono institucional, falta de visión industrial y cambios en el consumo. Lo que fue un símbolo de riqueza, hoy se acumula como residuo. Aun así, sigue siendo un material natural, biodegradable, aislante y cálido. Es momento de reconsiderarla, no por nostalgia, sino porque el futuro necesita volver a lo esencial.

No todo lo viejo es inútil, ni todo lo moderno es mejor. A veces el futuro también se construye con materiales del pasado.




jueves, 22 de mayo de 2025

ENEMIGOS O ALIADOS. CHIITAS Y SUNITAS CONTRA ISRAEL





Cómo Israel Une a Sunitas y Chiitas


Escuchamos constantemente sobre el conflicto entre Irán y Arabia Saudita, los chiitas y los sunitas, el tema de Afganistán… y en todos aparecen estas dos facciones. Sabía que en el mundo islámico existían divisiones, al igual que en el cristianismo tenemos ortodoxos y católicos, pero poco más. Así que busqué en internet para entender mejor qué sucede en el islam.

En el complejo mapa islámico, hay una fractura profunda: sunitas y chiitas. Han estado enfrentados durante más de 1.300 años. Pero hay un punto en el que coinciden: su oposición al Estado de Israel.

Desde la Revolución Islámica de 1979 en Irán hasta las guerras en Gaza, ambos bandos han sabido dejar de lado sus diferencias —al menos momentáneamente— cuando se trata de la causa palestina. Hezbollah (chiita) y Hamas (sunita) han cooperado en el terreno. Irán ha financiado a grupos palestinos sunitas. Incluso países árabes sunitas como Qatar o Turquía han cerrado filas junto a Irán en ciertos momentos.

En un Medio Oriente desgarrado por el sectarismo, la enemistad con Israel ha demostrado ser uno de los pocos puntos de contacto. Pero, ¿quiénes son sunitas y chiitas? ¿Por qué están divididos? ¿Y dónde están hoy?

La fractura comenzó justo después de la muerte del profeta Mahoma en el año 632. Lo que en un principio fue un desacuerdo político sobre la sucesión se transformó en una división teológica, espiritual y cultural.

Sunitas: sostenían que el nuevo líder debía ser elegido por consenso entre los más capaces. Así eligieron a Abu Bakr, amigo cercano de Mahoma. Chiitas: defendían que solo los descendientes directos del profeta —comenzando por su primo y yerno Alí— estaban legítimamente autorizados a guiar la comunidad.

Esta disputa por el liderazgo dio lugar a dos formas distintas de vivir el islam.

Sunitas: no tienen una jerarquía central. El liderazgo se reparte entre eruditos (ulama) que interpretan el Corán y los hadices (dichos del profeta). Chiitas: siguen una jerarquía liderada por los imanes. Hoy, la máxima autoridad recae en los ayatolás, que combinan poder espiritual y político.


Chiitas: conmemoran el martirio del imán Huséin —nieto de Mahoma— en la batalla de Karbala, con rituales emocionales, procesiones y lamentos. Sunitas: tienen una liturgia más uniforme, menos centrada en figuras históricas. La unidad de la comunidad es un valor central.


Chiitas: ponen el foco en el sufrimiento, el sacrificio y la justicia frente a la opresión. La figura del Mahdi (mesías esperado) es fundamental. Sunitas: enfatizan la ley islámica (sharía) y la tradición. Su enfoque es más legalista y colectivo.

Los sunitas son mayoría, pero los chiitas dominan algunos países clave.

Sunitas (85-90% del islam global) presentes en: Arabia Saudita, Egipto, Turquía, Siria (mayoría social), Afganistán, Pakistán, Marruecos, Sudán, Jordania, Indonesia y Malasia.

Chiitas (10-15%) predominan en: Irán (núcleo chiita mundial), Irak (mayoría chiita, con tensiones internas), Azerbaiyán, Líbano (a través de Hezbollah), Bahréin y Yemen (los hutíes, chiitas zaidíes).

Afganistán es un país mayoritariamente sunita, pero con una minoría chiita significativa: los hazara, históricamente marginados y víctimas de ataques por parte de extremistas sunitas como los talibanes o el Estado Islámico.

En los países vecinos, el sectarismo también es clave:

  • Irán: chiita, potencia regional, promotor de milicias aliadas en toda la región.

  • Pakistán: mayoritariamente sunita, con entre 15 % y 20 % de chiitas; escenario frecuente de violencia sectaria.

  • Tayikistán y Uzbekistán: sunitas no árabes, con control estatal fuerte sobre la religión.

  • India: tercera población musulmana más grande del mundo, con millones de chiitas entre la mayoría sunita.

La división ha alimentado conflictos armados en varias regiones:

  • Irak: tras la caída de Saddam Hussein, los chiitas tomaron el poder y el país vivió años de violencia sectaria.

  • Siria: el régimen alauita de Bashar al-Assad (rama chiita) es apoyado por Irán, mientras los rebeldes eran mayoritariamente sunitas.

  • Yemen: guerra civil entre hutíes chiitas y el gobierno sunita respaldado por Arabia Saudita.

  • Líbano: Hezbollah, chiita, controla buena parte del sur del país y mantiene un conflicto abierto con Israel.

El conflicto entre Irán (chiita) y Arabia Saudita (sunita) es el núcleo de la rivalidad sectaria en el islam. Pero no es solo una disputa teológica: es una lucha por el liderazgo político, militar y cultural del mundo musulmán.

Irán busca proyectar su poder mediante milicias aliadas en Irak, Siria, Líbano y Yemen. Arabia Saudita responde con financiación de gobiernos, grupos sunitas y alianzas regionales. Ambos países han apoyado a grupos en conflicto, alimentando guerras por poder indirecto.

La causa palestina ha sido uno de los pocos temas capaces de unir a sunitas y chiitas: Irán financia a Hezbollah (chiita) y apoya a Hamas (sunita). Hamas ha recibido también respaldo de Qatar y Turquía, países sunitas con agendas más independientes. El odio compartido hacia Israel ha permitido colaboraciones tácticas entre grupos que, en otros contextos, se enfrentan violentamente. Pero esta unidad tiene límites. Cuando desaparece el enemigo común, la rivalidad sectaria suele volver a encenderse.

La división entre sunitas y chiitas es una herida abierta desde los orígenes del islam. Está presente en libros sagrados, sermones, políticas de Estado y campos de batalla. Sin embargo, como demuestra la causa palestina y el conflicto con Israel, también hay momentos en que las líneas religiosas se cruzan por intereses estratégicos.

El islam no es monolítico. Es diverso, contradictorio y muchas veces está en guerra consigo mismo. Pero frente a enemigos comunes, incluso sus rivales más antiguos pueden encontrar terreno compartido.

¿Enemigos o Aliados? Cómo Israel Une a Sunitas y Chiitas

En el complejo mapa del islam, hay una fractura profunda: sunitas y chiitas. Han estado enfrentados durante más de 1.300 años. Pero hay un punto en el que coinciden: su oposición al Estado de Israel.

Desde la Revolución Islámica de 1979 en Irán hasta las guerras en Gaza, ambos bandos han sabido dejar de lado sus diferencias —al menos momentáneamente— cuando se trata de la causa palestina. Hezbollah (chiita) y Hamas (sunita) han cooperado en el terreno. Irán ha financiado a grupos palestinos sunitas. Incluso países árabes suníes como Qatar o Turquía han cerrado filas junto a Irán en ciertos momentos.

Origen del Conflicto: ¿Quién Debía Suceder a Mahoma?

La división comenzó tras la muerte del profeta Mahoma en el 632. ¿Quién debía liderar la comunidad?

  • Sunitas: defendieron que debía ser elegido por consenso. Eligieron a Abu Bakr.
  • Chiitas: creían que debía ser un descendiente directo, empezando por Alí.

Diferencias Religiosas y Teológicas

  • Autoridad: Sunitas se guían por los eruditos; chiitas por los imames y ayatolás.
  • Ritos: Chiitas conmemoran intensamente el martirio de Huséin; sunitas no centran su práctica en figuras humanas.
  • Enfoque: Chiismo destaca la justicia y el sufrimiento; el sunismo enfatiza la ley islámica.

¿Dónde Están?

Sunitas: 85-90% del islam global. Predominan en Arabia Saudita, Egipto, Turquía, Afganistán, Pakistán, entre otros.

Chiitas: 10-15%. Mayoritarios en Irán, Irak, Azerbaiyán, Bahréin, yemeníes hutíes, y los hazara en Afganistán.

Afganistán: Cruce de Tensiones

Afganistán es mayoritariamente sunita, pero los hazara chiitas han sido históricamente perseguidos. En la región circundante (Irán, Pakistán, India, Asia Central), las tensiones sectarias están muy presentes.

Irán vs Arabia Saudita

Esta rivalidad es tanto teológica como política. Irán apoya milicias chiitas en varios países. Arabia Saudita promueve la influencia sunita y teme la expansión iraní.

¿Unidad Real o Conveniencia Contra Israel?

La causa palestina ha sido uno de los pocos puentes entre chiitas y sunitas. Aunque con límites, esta coincidencia estratégica ha permitido colaboraciones como la de Hezbollah y Hamas.

Conclusión

La división sunita-chiita es una constante del islam. Pero frente a Israel y en defensa de Palestina, incluso enemigos tradicionales pueden alinearse. En Medio Oriente, todo puede cambiar, excepto los intereses.

Sunitas y chiitas diferencias, mapa, historia y geografía religiosa

Sunitas y chiitas representan las dos grandes ramas del islam. Aunque diferentes en teología, historia y distribución geográfica, coinciden ocasionalmente en su oposición a Israel. Este artículo cubre los orígenes, diferencias, conflictos, y presencia en países como Irán, Arabia Saudita, Afganistán, Irak, Siria, Líbano y Yemen.

Este texto está redactado para facilitar su uso en plataformas de publicación como Blogger o Blogspot, cumpliendo criterios de SEO sin afectar la presentación visual del artículo.

martes, 20 de mayo de 2025

PALABRAS DE LA INFANCIA

 






Las palabras de mi infancia que hoy están (aunque no lo creas) en el diccionario


Hoy me he reído leyendo un artículo de la BBC que hablaba de palabras como almóndigatoballa o murciégalo. Mi sorpresa no fue solo que las mencionaran, sino que siguen vivas… ¡en el mismísimo Diccionario de la Real Academia Española! No como términos cultos, claro, sino marcadas como “vulgares”, “coloquiales” o “en desuso”. Pero ahí están. Documentadas. Registradas. Oficiales, aunque no recomendables.

Estas palabras me llevaron de vuelta a mi niñez en Badajoz, allá por los años 50 y 60. En casa, en la calle, y hasta en la escuela, era común oír y usar “toballa” en vez de “toalla”, o “almóndiga” por “albóndiga”, sin que nadie nos corrigiera demasiado. A veces eran los propios profesores quienes las decían. Poco a poco, al convivir con otras formas de hablar y al leer más, entendimos que no eran correctas. Pero eso no las borró de la memoria.

Lo que me impactó es saber que muchas de esas expresiones están recogidas en el DLE, el Diccionario de la Lengua Española, que se actualiza cada año. No porque sean “buenas”, sino porque forman parte del uso real del idioma. No son palabras inventadas por ignorancia: son formas que existieron (y algunas aún existen) en el habla popular. Incluso hay vocablos que datan del siglo XVIII y que todavía arrastramos.

Por ejemplo, “murciégalo” fue durante un tiempo la forma preferida, hasta que se desplazó por “murciélago”. Lo mismo pasó con “asín” o “toballa”, registradas como formas desusadas, pero que vivieron sus momentos de gloria.

Y no, por si alguien lo piensa, que estén en el diccionario no significa que estén bien dichas. Solo significa que existen, que fueron usadas con suficiente frecuencia como para merecer ser anotadas. Lo explica la RAE: el diccionario no es una lista de lo correcto, sino una fotografía del uso.

Curioso, ¿no? Mientras que palabras modernas como juernes o brillibrilli aún esperan su turno por no estar suficientemente asentadas, otras que suenan “mal” pero llevan siglos entre nosotros ya tienen su ficha.

Esta entrada es para los que crecimos entre toballas, almóndigas y murciégalos. Para los que entendemos que el lenguaje no es solo norma, sino historia, identidad y memoria. Y para quienes se maravillan con lo viva que está nuestra lengua, incluso cuando habla “mal”.

lunes, 19 de mayo de 2025

APRENDER IDIOMAS

 








En los años 60, cuando estudiaba en Badajoz, nos enseñaban una segunda lengua en el instituto. Yo elegí francés. En ese momento no parecía importante. Era una asignatura más, al nivel de Formación del Espíritu Nacional o Religión. Le dedicabas el tiempo justo para aprobar y poco más.

Con el tiempo entendí lo que nadie nos explicó entonces: hablar otro idioma no era un adorno educativo, era una herramienta clave. Si hubiera aprovechado mejor aquellos cuatro años de bachillerato, me habría abierto más puertas en lo profesional. Hoy lo tengo claro: saber idiomas marca la diferencia. Y ya no basta solo con inglés.

Por eso me pareció útil el artículo publicado hoy en El País, titulado “Hablar un inglés fluido ya no es diferencial”(Óscar Granados, 11 de mayo de 2025). Lo resumo porque dice verdades importantes para cualquiera que esté estudiando, trabajando o buscando mejorar su perfil.

Hoy el inglés ya no es un valor añadido, es un requisito básico. Las empresas lo consideran al mismo nivel que saber usar el correo electrónico o Word. Se espera que lo tengas, sobre todo si aspiras a puestos con responsabilidad o contacto internacional. El nivel mínimo aceptado es un B2, suficiente para mantener una conversación profesional. Pero eso, por sí solo, ya no impresiona.

Lo que realmente marca la diferencia es una tercera lengua. No hablamos solo de francés o alemán. El interés también crece por idiomas como portugués, italiano, árabe, japonés o chino mandarín. Estos idiomas tienen impacto directo en el salario. El artículo cita datos de InfoJobs que muestran que saber alemán puede aumentar el sueldo medio en más de 10.000 euros anuales. El chino también mejora las condiciones salariales y su demanda sigue creciendo, sobre todo en empresas con conexiones con Asia.

Además de lo profesional, hablar varios idiomas mejora la capacidad de adaptación, la flexibilidad mental y la integración en entornos multiculturales. Y eso, en un mundo globalizado, ya no es un detalle menor.

Un dato llamativo: España está entre los países europeos con más personas que nunca han aprendido un segundo idioma. En 2023, solo el 39% decía poder mantener una conversación en inglés. Mejor que Italia, sí, pero por detrás de Francia, Portugal y los países nórdicos.

Si estás estudiando, trabajas o simplemente quieres crecer, mi recomendación es clara: invierte en aprender idiomas. No esperes a que te haga falta. Hazlo antes. Si tienes hijos o nietos, anímales a no ver los idiomas como una asignatura de relleno, como nos pasó a muchos. Hoy ya no es una opción. Es una necesidad.


📌 Artículo completo en El País: “Hablar un inglés fluido ya no es diferencial” por Óscar Granados (11 de mayo de 2025)

sábado, 3 de mayo de 2025

NO TODO LO QUE PIENSAS VA A SUCEDER

La solución de un problema crea automáticamente nuevos problemas.


Coincido sin ser experto con la mirada del neurocientífico que inspira estas líneas. La mayoría de los pensamientos que anticipan problemas no se cumplen y, sin embargo, les damos crédito. En ocasiones he visto en personas a mi alrededor esto. No se trata de negar emociones ni de imponer optimismo, sino de aprender a mirar con más distancia, de observar sin reaccionar. Lo que propone no es silenciar la mente, sino ponerla en su sitio. Y eso, hoy más que nunca, es esencial.

Vivimos acompañados, casi sin darnos cuenta, por un flujo constante de pensamientos que anticipan desgracias. Imaginamos conflictos, pérdidas, enfermedades, fracasos. La mente, en su intento de protegernos, se adelanta con hipótesis y escenarios que rara vez llegan a hacerse realidad. Pero aunque no sucedan, su peso emocional es real. Para determinadas personas es angustioso. Nos preocupamos, nos tensamos, sufrimos por adelantado. Y lo más paradójico es que la mayoría de esos pensamientos nunca se cumplirán.

Frente a esta evidencia, un enfoque propuesto desde la neurociencia resulta especialmente lúcido. No se trata de imponer silencio mental ni de repetir mantras de optimismo forzado. Tampoco de negar lo que sentimos. Nadie esta libre de un pensamiento inicial negativo. El objetivo no es fingir que todo está bien, sino mirar con más claridad lo que nos pasa por dentro. Observar nuestros pensamientos sin creer en todos ellos. Tener una idea no la convierte en verdad. No todo lo que aparece en la mente es una señal de alarma que debamos obedecer y aceptar.

El problema no es que pensemos —eso es inevitable—, sino que reaccionamos como si cada pensamiento negativo fuese una advertencia certera, una amenaza que debemos atender. Así, lo ficticio toma cuerpo y se convierte en sufrimiento. Lo que propone este enfoque es simple pero poderoso: cultivar una mirada más crítica hacia lo que pensamos, sin negar ni reprimir, pero sin entregarnos sin filtro a la narrativa mental.

En tiempos de incertidumbre, esta práctica puede actuar como un pequeño salvavidas. Nos recuerda que, aunque no podamos evitar que ciertos pensamientos aparezcan, sí podemos elegir cuánto poder les damos. Debemos observar sin reaccionar de inmediato, sentir sin dramatizar, respirar antes de interpretar. No se trata de eliminar pensamientos incómodos ni emociones intensas. Se trata de dejar de obedecerlos como si fueran órdenes, de poner una distancia mínima, la justa para poder decidir. Porque hay una  diferencia esencial entre tener un pensamiento y vivir según él.

Este proceso requiere de atención, conciencia y práctica. Es imperativo aprender a identificar cuándo nos encontramos inmersos en una ficción mental y concedernos la autorización para liberarnos de dicha ilusión, no como una estrategia para evadirse, sino como un método para vivir con mayor lucidez. En un contexto caracterizado por la prevalencia de la ansiedad, este mensaje no se trata de un mero eslogan de autoayuda. Se trata de una invitación a ejercitar una forma distinta de inteligencia, mediante la cual se invita a no creer ciegamente en todo lo que se piensa.

martes, 29 de abril de 2025

CULTURA MINOICA

"Agradece cada día, es la forma más sencilla de ser feliz"


Viendo una revista de National Geographic me enteré que durante milenios, esta isla de Creta ha sido considerada una de las cunas de la civilización europea. En este enclave del mar Egeo surgió la cultura minoica, una sociedad de la Edad del Bronce que destacó por su complejidad y refinamiento. Mucho antes que las polis griegas, los minoicos ya habían construido palacios, desarrollado una economía avanzada, establecido jerarquías sociales claras, organizado instituciones políticas y creado su propio sistema de escritura: el Lineal A.

Leí que Minos no era solo un rey, sino una figura casi mítica: el primer gran legislador de Europa. Según la tradición, era hijo de Zeus y Europa, y gobernaba desde el palacio de Cnosos, donde imponía leyes inspiradas por los dioses. También protagoniza el mito del Minotauro y el Laberinto, que podría ser un reflejo simbólico de la compleja arquitectura minoica.

Su declive empieza hacia 1700 a.C., en el que un gran terremoto destruyó parcialmente varios centros palaciegos, incluido Cnosos. Sin embargo, la civilización minoica se reconstruyó con aún más esplendor y vivió un periodo de expansión marítima. Siglos después, otro evento pondría fin a esta era.

Una de las teorías más conocidas sobre su colapso fue propuesta por el arqueólogo griego Spyridon Marinatos en 1939. Según él, la erupción del volcán en la isla de Thera (hoy Santorini) provocó tsunamis y cambios climáticos que afectaron a Creta y debilitaron su estructura social y económica. La destrucción causada por esta erupción ha sido relacionada con el mito de la Atlántida descrito por Platón siglos después. Aunque no existe consenso, muchos ven en el destino de Creta un eco de ese relato.

En el articulo se menciona que en estudios recientes, basados en datación por carbono-14, sitúan la erupción entre 1627 y 1600 a.C., décadas antes de la destrucción final de los palacios minoicos. Esto sugiere que la erupción fue devastadora, pero no causó el colapso inmediato. Esta hipótesis abre la puerta a otras explicaciones.

Una alternativa sería la llegada de los micénicos, un pueblo guerrero de la Grecia continental. Hacia 1450 a.C., tomaron el control de los palacios minoicos. Por lo tanto no solo fue una conquista militar: los micénicos adoptaron muchos elementos de la cultura minoica, incluida su escritura, adaptada luego al Lineal B.

La descripción de Creta como una isla “con noventa ciudades”, habitada por pueblos diversos y culturalmente ricos se debe a Homero siglo despues. Aunque la civilización minoica desapareció, su huella permaneció viva en la memoria griega. Aunque no conozco esta isla, su legado sigue fascinando a arqueólogos, historiadores y visitantes que recorren las ruinas de Cnosos y descubren el esplendor de una civilización que fue, durante siglos, el corazón del mundo egeo. A mi personalmente me ha impresionado conocer esto que comento.